
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. Salmo 139:23-24.
Me extrañó que el chico tuviera una opinión tan definida y negativa hacia aquellos a quienes se les llama religiosos. ¿Por qué un muchacho de unos 13 años consideraba así a la gente religiosa? Tal actitud puede extrañarnos, pero sería bueno que nos preguntáramos por qué.
Otro día, al hablar con una amiga, ella me dijo que hacia tiempo había recibido a Cristo como su Salvador, que era cristiana, pero que no iba a la iglesia porque la gente la había decepcionado. Nuevamente preguntémonos por qué.
A veces nuestra conciencia nos convence de que algunas cosas deberían cambiar en nuestra vida, pero no tenemos la fuerza ni la voluntad para tomar la decisión correcta. Hablamos de una manera y obramos de otra.
También fallamos en otros aspectos: no cumplimos con ciertos reglamentos de la ley civil, no nos preocupan las infracciones a las normas de circulación, cometemos pequeñas faltas en nuestro trabajo, no acudimos a las reuniones… Quizá cada uno de nosotros piense en algo especial de su propia vida. El Señor quiere cambiarnos; ¿queremos nosotros ser cambiados?
DIOS LES BENDIGA
SU HERMANO: MANUEL DE JESUS RODRIGUEZ MASCAREÑO
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