jueves, 30 de julio de 2009

TAÑENDO CON JÚBILO


"Cantadle cantico nuevo; Hacedlo bien, tañendo con júbilo" Salmos 33:3


Este versículo nos lo comparte David un salmista y músico ¡de los buenos! Creo que la clave para una verdadera adoración la encontramos en la segunda parte del verso 3; y es: ¡hacedlo bien!

Con esto no sólo me refiero al talento de cada persona, sino al interior de cada persona, hacedlo bien, es prepararnos para ese momento especial en el que le diremos a nuestro Dios lo maravilloso, grande, misericordioso y todopoderoso que él es, lo bendecidos que somos al tener al Espíritu Santo en nuestro ser y lograr esa comunión con nuestro Padre.

¡hacedlo bien! preparando, ensayando, desarrollando el talento que él nos da;

¡hacedlo bien! preparando nuestros corazones, platicando con nuestro Señor durante el día, desarrollando cada vez más, esa amistad con ÉL, ¡hacedlo bien! siendo luz para los demás; para los que no conocen de Jesucristo.

Dios les bendiga hermanos y espero que este versículo sea de bendición para su vida como lo fue para la mía.

Ami Abraham.

sábado, 25 de julio de 2009

CRISTO LA SEMILLA DE VIDA SEMBRADA EN LOS CREYENTES


"confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios." Hechos 14:22

"siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre." 1 Pedro 1:23

El reino de Dios era el tema principal de la predicación de los apóstoles en el libro de los Hechos. Este no era un reino material ni visible, sino un reino constituido de la vida divina. Es la extensión de Cristo como vida a Sus creyentes para formar un dominio en el cual Dios gobierna con Su vida. El Nuevo Testamento enseña que el reino de Dios no es un dominio visible o material. En realidad, el reino de Dios es una persona, el Señor Jesucristo mismo. Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús acerca del reino, Él “les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí, porque he aquí, el reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:20-21). Como lo comprueba el contexto, el reino de Dios es el Salvador mismo, quien estaba entre los fariseos cuando ellos lo interrogaron. Dondequiera que esté el Salvador, allí está el reino de Dios. Esta fue la razón por la cual declaró que el reino estaba entre ellos. Como lo indican las palabras del Señor el reino no viene de modo que pueda observarse, lo cual quiere decir que es un reino espiritual, no material ni visible.


En los cuatro evangelios el Señor Jesús es la semilla del reino que se sembró en Sus discípulos. El crecimiento de esta semilla empieza en Hechos y continúa en las epístolas. Finalmente, dicho crecimiento llegará a su consumación: la cosecha que se menciona en el libro de Apocalipsis. El reino es Cristo mismo, la semilla, sembrado en los corazones de Su pueblo escogido. Nuestro corazón es el terreno donde se siembra y crece la semilla del reino. Esta es la definición más precisa respecto del reino de Dios.

El reino de Dios es el disfrute que tenemos del Cristo resucitado. Entrar en el reino de Dios equivale a entrar en el disfrute pleno de Cristo como reino de Dios. El mundo entero se opone a que el pueblo de Dios entre al disfrute pleno de Cristo como reino. Considere cómo Satanás ha usurpado y usado al judaísmo para frustrar a los creyentes e impedirles que entren en este disfrute.


A través de los siglos el enemigo de Dios ha usado también otras formas de religión. . . con el fin de impedir que el pueblo elegido de Dios entre en el disfrute pleno del Cristo todo-inclusivo como reino de Dios. En Hechos 2, los ciento veinte disfrutaban plenamente al Cristo resucitado y ascendido como la esfera donde Dios gobierna. Tal esfera es el reino de Dios. No obstante, poco tiempo después de que los creyentes entraran en el disfrute de Cristo como reino de Dios, la religión judía se introdujo para estorbarlos. Si en los capítulos tres, cuatro y cinco, Pedro, Juan y los demás creyentes se hubieran mostrado débiles, habrían perdido el pleno disfrute del Cristo resucitado, y por ende, habrían errado al blanco en cuanto al reino de Dios.


Él (mediante Pablo) parecía decirles: “Por esta razón, os exhorto a que a través de muchas tribulaciones entréis en el reino de Dios. Debéis estar preparados para enfrentar oposición. Sufriréis muchas tribulaciones, pero es preciso que por medio de ellas entréis en el reino de Dios, que es la esfera en donde se obtiene el disfrute máximo del Cristo resucitado y ascendido. Cuando disfrutéis a Cristo de este modo, estaréis bajo el gobierno divino y os convertiréis en el reino de Dios, el cual es la vida apropiada de iglesia”.


Jesús Manuel Rodríguez Mascareño

lunes, 6 de julio de 2009

LA REVELACIÓN DE UNA PERSONA MARAVILLOSA



"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz." Isaías 9:6

“He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,Y llamarás su nombre Emanuel”, que traducido es: Dios con nosotros." Mateo 1:23


Los evangelios revelan a una persona maravillosa. Esta persona es el Dios eterno cuyo nombre es Jehová en el Antiguo Testamento. Él es el Creador de todo el universo y del hombre. En Génesis 3:15, Él profetizó que un día llegaría a ser la simiente de la mujer. Cuatro mil años después, esa promesa aún no se había cumplido. Finalmente el Señor Jesús vino como simiente de la mujer. En realidad, Él era el propio Dios quien era concebido en el vientre de una virgen humana.


El Dios todopoderoso, Jehová el eterno, el Creador del universo, fue concebido en el vientre de una virgen y nació de ella, lo cual lo constituyó una persona de dos naturalezas: la divina y la humana. Esto significa que El nació como Dios-hombre, es decir, como el Dios completo y el hombre perfecto. En Él vemos a Dios en Su naturaleza y atributos divinos, y al hombre, en la naturaleza y las virtudes humanas. Por tanto, en esta persona, vemos al Dios completo y al hombre perfecto.


Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre. Juan 10:37-38
Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar Juan 12:49.


¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Juan 14:10


Como Dios-hombre, el Señor Jesús llevó la vida de un hombre; no obstante, vivió por Dios y con Dios. Incluso podemos afirmar que Él vivió a Dios y lo expresó en Su humanidad. En el Evangelio de Lucas, vemos a un hombre que vivió en la tierra, lleno de virtudes humanas que expresaban la naturaleza divina y los atributos divinos. En Él, Dios se expresaba en un ser humano, pues la vida que llevaba era la mezcla de la divinidad con la humanidad, una compenetración de Dios y el hombre.


Antes del Señor Jesús, nadie había vivido así. Esta vida no había existido jamás. Por consiguiente, la vida del Señor era única, pues en ella vemos la mezcla de Dios con el hombre. El Señor Jesús llevó esta vida y ministró por medio de ella. En realidad, Su ministerio era simplemente Su vivir. Su vivir era Su ministerio, cuyo fin era cumplir lo que el Antiguo Testamento había presentado acerca de Él en profecías y tipos.

y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 2 Corintios 5:15


De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17


Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 1 Corintios 15:45


Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Apocalipsis 1: 17-18


Después de vivir en la tierra por treinta y tres años y medio, el Señor Jesús sabía que debía ir al monte Moriah para sufrir una muerte todo-inclusiva. El Señor no pasó por una muerte ordinaria; por el contrario, Su muerte fue extraordinaria, pues lo incluyó todo y cumplió lo que Dios exigía para limpiar el universo, poner fin a la vieja creación y llevarla a Su tumba. Después de eliminar la vieja creación, el Señor descansó en la tumba. Por otro parte, mientras descansaba en Su cuerpo de carne, Él, en el Hades, estaba activo en Su espíritu (1 P. 3:18-20). Allí Él proclamó la victoria de Dios sobre Su enemigo, Satanás. Después de que Cristo cumplió el propósito de Dios mediante Su muerte todo-inclusiva, salió de la muerte y se levantó de la tumba. Así llegó a ser el Salvador y Redentor resucitado. Además, en Su resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante todo-inclusivo En Su resurrección, Cristo llegó a ser tal persona.
Jesús Rodríguez Marcareño