martes, 12 de julio de 2011

NUNCA TE DEJARÉ



Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida;
como estuve con Moisés, estaré contigo;
no te dejaré, ni te desampararé. Josué 1:5

Gloria a Dios por sus promesas que siempre se cumplen, por su amor para con nosotros y por su fidelidad. Y que a pesar de que a veces dudamos, él nos dice: “nunca te dejaré”.
¿Alguna vez le han faltado fuerzas para levantarse? a mí sí. El despertador suena, el móvil suena, la televisión suena y lo único que hace es buscar una almohada y taparse la cabeza. Cuando por fin logra levantarse, el baño lo está esperando, la cocina también y muchas cosas más.
Tal como leyó, así fueron algunas de mis mañanas; olvidaba que durante todos esos días, Jesucristo también me había estado esperando, que él estaba dispuesto a renovar mis fuerzas, a levantarme de la cama y a escuchar mi clamor. Cuando sienta que las cosas van mal y cuando el desánimo intente quitar sus fuerzas, recuerde las promesas de Dios y abrace su palabra, que en un instante el dirá: “no te dejaré, ni te desampararé”.
Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Salmos 84:5


Hno. Rogelio Isaí Soto Ibarra

sábado, 25 de junio de 2011

A PESAR DE TODO



Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Habacuc 3:18




En el Antiguo testamento, el Profeta Habacuc, guiado por el Espíritu Santo escribe una hermosa oración de confianza y adoración a Dios, la primera vez que lo leí me impresionó la convicción y la decisión del profeta; a pesar de los sucesos trágicos, de no perder de vista la suficiencia de Dios en su vida.


Una mañana, hace algunos años, me disponía a salir a caminar muy temprano en la mañana, deben saber que ejercitarme, no es precisamente mi actividad favorita; así que, luego de escuchar el despertador, batallé durante varios minutos para ponerme de pie, enfundarme en ropa deportiva, calzarme los tenis y salir de mi domicilio, antes de abandonar la casa, miré a mi alrededor y lo que resaltó ante mi vista fue el desorden que reinaba en ella, antes de llegar a la puerta, ya estaba luchando contra la sensación de fracaso por varias cuestiones que estaba enfrentando en mi vida espiritual y en el trabajo, cuando caminaba por la cochera ya cargaba además con algunas cuestiones familiares no resueltas y apenas llegué a la acera, vi que perros callejeros habían roto las bolsas de la basura y regado mi basura y la de los vecinos por todo el frente de la casa ¡Me puse a llorar! Mi vida lucía como un reverendo fracaso, tenía la sensación de que todo estaba terriblemente mal en mi existencia y que no me sentía capaz de enfrentarlo, con lágrimas en los ojos comencé a caminar, un paso sobre otro, cuando de pronto una convicción tan poderosa como la que imagino inundó al profeta Habacuc, llenó mi corazón: ¡cierto! todo podría estar terriblemente mal ¡Todo! excepto una cosa, nada podría arrebatarme la salvación de mi Señor, que es en Cristo Jesús, en medio de mis dificultades pude sentirme plena, gozosa, de ese tesoro precioso que tenía en mi vida, todo podría estar mal, pero yo estaba en Cristo y nada me podría arrebatar de su mano. En ese momento pude no sólo comprender y admirar la oración de Habacuc, si no de gozarme en su misma certeza.


Oí, y se conmovieron mis entrañas;
A la voz temblaron mis labios;
Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí;
Si bien estaré quieto en el día de la angustia,
Cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas.
Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados
no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar.
Habacuc 3:16-19


Hna. Lorena Zapata